martes, 25 de marzo de 2014

Lufia

Cuando Maxim era pequeño, una niña llegó a su pueblo. Era de su misma edad, guapa, aunque nunca hablaba de si misma ni de cómo había llegado allí. Esa niña tan solo dijo su nombre: Lufia. Nada más. La adoptó el mismo hombre que a Maxim y no tardaron en ser amigos. Y el tiempo pasó y crecieron juntos. Pero un buen día, la noticia de que los Siniestros habían vuelto sacudió el alma de Maxim. Negándose a permanecer de brazos cruzados, Maxim decide emprender su viaje para acabar con los Siniestros.

—¡Espera, Maxim! — dijo una voz delicada, demasiado familiar para él.
—¿Lufia? —preguntó susurrando al viento antes de girarse.
Justo lo que él no quería: Lufia había venido a despedirse de él. La sola idea de la despedida hacía que se le formase un nudo en la garganta.
—Vas a marcharte, ¿verdad? A una aventura peligrosa… —la mirada triste en Lufia delataba su preocupación.
—Si.
—Incluso si te dijera que no fueses, irías de todas maneras —afirmó con los ojos clavados en los de Maxim.
—¿Lo sabes todo o que? Tienes razón. Me voy, debo irme.
—No te detendré, pero… ¡llévame contigo!
Maxim se giró y le dio la espalda. Cerró los ojos con fuerza, de rabia y dolor.
—No puedo —dijo cuando pudo.
—Sabía que dirías eso, pero sigo queriendo ir.
—¡No! —la sola idea de ponerla en peligro hacía que le temblase el corazón.
—Por favor, yo…
—¡Nunca, Lufia! —le gritó cuando se giró y le miró a los ojos.
—¡Eres tan obstinado…! Bien. Aunque me digas que no, pienso ir contigo. No aceptaré un no por respuesta. ¡Además, aún estoy enfadada por querer irte sin despedirte de mí!
—¿Estas enfadada por eso? No me importa. ¿Quieres venir? Bien. ¡Haz lo que quieras,  pero no me culpes si te pasa algo malo!
—Me parece bien, no necesito tu ayuda. Se cuidarme sola.
—Muy valiente eres… ¡Ja! Ya veremos.
Las palabras de Maxim eran esas, pero en su interior rezaba a alguna deidad para que, finalmente, Lufia no le siguiera. Emprendió la marcha.

Minutos después, Maxim se resignó. Lufia le había estado siguiendo en silencio. Estaba muy rezagada; no estaba acostumbrada a su ritmo por esos caminos. A pesar de su descontento y enfado inicial, lo cierto es que ahora sentía un extraño alivio al tenerla cerca.

Lufia no estaba dispuesta a dejarlo marchar. Era demasiado importante para ella como para perderlo. Él lo era todo: su familia, su amigo... Su amor.

—Maxim, yo… ¿Ya no te caigo bien, verdad? No te gusto...  —De repente su expresión se volvió triste. Maxim miró al suelo algo avergonzado—. Soy una quejica y encima tengo mal genio. No hay duda, te has cansado de mí.
—Si eso fuese cierto, Lufia, me hubiese cansado de ti hace ya mucho tiempo.—dijo mientras sonreía—. ¿No crees?
—Maxim...
Lufia sintió las fuertes manos de aquel joven cogiéndole por los hombros, delicadamente, en un gesto consolador.
—Lufia, nos esperan muchos peligros. Creo que podré protegerme, pero no se si podré protegerte a ti también. Por favor, entiéndelo. Entiéndeme.
—No, no lo entiendo —dijo apartándole la mirada.
—¿Por qué no me escuchas?
—¡Sea cual sea el peligro que nos aguarda, no tengo miedo! —dijo ella con una mirada que penetraba al alma.
—¿Pero que dices, Lufia? Yo…
—No importa lo que pase. Tú me protegerás, ¿no es así?
—Bueno… Si… —dijo apartando la mirada con vergüenza.
Lufia le cogió de las mejillas delicadamente, obligándole a mirarla.
—Por favor, déjame ir contigo. ¡Prometo hacerlo lo mejor que pueda!
Silencio.
—Puede que mueras… —dijo Maxim mientras un escalofrío le recorría la espalda.
—No moriré.
—¿¡Cómo puedes decir eso!? ¿¡Cómo puedes estar tan segura!?
—Pues porque… —dijo mientras cerraba los ojos y sonreía—. Si estas conmigo, no moriré. Lo sé.
—Siempre tienes que salirte con la tuya, ¿eh?
—¿Te das cuenta de eso a estas alturas?
—Lo he sabido desde siempre. ¡Ha, ha, ha, ha!
—¿Por qué te ríes así? ¿¡A qué viene esa risa tan forzada!?
—¡Porque sabia que esto acabaría así!
—Yo también...
Ambos rieron a carcajadas. Pensando en lo peligros que acechaban más allá del camino y los Siniestros, Maxim deseó que el mundo se detuviese en ese preciso instante.
—Lufia, yo… —se decidió finalmente.
—Prométemelo, Maxim., prométeme que nunca te irás de mi lado, que nunca me dejarás. —dijo muy seria, de repente
—Te lo juro.
—Era todo cuanto necesitaba escuchar.
La sonrisa en el rostro de Lufia hablaba por si sola.
—Y ahora… Vayámonos, Lufia.
—Si, Maxim. ¡Hasta el fin del mundo!

No hay comentarios :

Publicar un comentario