viernes, 21 de marzo de 2014

Azalea

Una mirada le bastaba. Una sola mirada y todo su mundo daba vueltas. Los ojos color cobrizo de aquella mujer se clavaban en los suyos y le cortaba la respiración. Con esa mirada firme, incansable, se pasó la mano por la melena que enmarcaba su rostro. El corazón le temblaba. Aquella mirada le provocaba temor; era como el león que acechaba a su presa. Después, la mujer sonrió, cogió su copa de champagne y le dio un trago. Sus sensuales labios dejaron que una gota -una sola gota de champagne- se deslizara por la comisura de los labios buscando el cuello. A pesar de que acabó su trago, no se seco la gota que ahora se escapaba por encima de la clavícula, hacia el pecho, en su avance hacia el interior de los senos.


Entonces supo que el león había dado ya su salto, que los colmillos se habían hendido en la carne de su presa; descubrió, demasiado tarde, por culpa de una sola gota de champagne, que su mundo se desmoronaba. Todo aquello que siempre había creído, había sido una gran mentira. Que para bien o para mal, se había enamorado de una mujer salvaje y sensual, de movimientos felinos, que hacía que el día fuese la noche y, que aquella noche, fuese el día. El día que descubrió que se había enamorado. Azalea se había enamorado de una mujer.

1 comentario :

  1. Excelente microrelato ! Me encanta la prosa y me parece muy bien descrito. Lo mejor la metáfora del león.

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